ADELINE DE FILIPPI
El sol apenas se había asomado entre las cortinas y ya estaba despierta.
Hoy era el gran día.
Los gemelos cumplían dieciocho.
¡DIECIOCHO! ¿Cómo habían pasado tan rápido los años? Aún podía ver sus caritas redondas manchadas de chocolate, sus peleas por quién soplaba las velas primero, y ahora… ahora eran adultos.
Cinco meses atrás había partido a Italia con Lucien. Habían sido los mejores cinco meses de mi vida, pero… también eran cinco meses lejos de ellos. Los cumpleaños anteriores los celebramos sin él, con videollamadas a deshoras, con abrazos que dolían por no poder darse. Pero ahora, al fin, estábamos todos, Lucien estaba con nosotros.
Me giré en la cama para verlo. Lucien dormía como un niño, aferrado a mí como si fuera su ancla en el mundo. Me acerqué a su cuello y lo besé suavemente.
—Amore... despierta, debes ir a tu habitación —susurré, acariciando su cabello.
—Mmm… un ratito más —murmuró entre sueños, hundiéndose más en mi cuello.
—Lucien… si papá te pi