El asesino de Martina es...
La tarde había caído sobre la villa, y un aire denso recorría los pasillos, cargado con el olor a tierra húmeda y sal del mar cercano. Adriáno permanecía sentado en una butaca de terciopelo verde que crujía bajo su peso, con las manos entrelazadas, incapaz de despejar de su mente las sospechas sobre Adalberto. Cada paso que había seguido, cada gesto observado, le parecía ahora parte de un entramado oscuro, pero necesitaba confirmar lo que intuía. Y solo Chiara podía darle respuestas.
Ella entró en la estancia con un andar silencioso, pero sus ojos delataban la gravedad de lo que traía dentro. Se detuvo frente a Adriáno y dijo, en voz baja:
—¿Lo seguiste otra vez?
Él asintió, con el ceño fruncido.
—Sí… y todo apunta a que Adalberto no es quien dice ser. Hay algo que oculta, algo muy importante.
Chiara suspiró y se dejó caer en un sillón frente a él, apoyando los codos en las rodillas.
—Lo sé… y hay algo que encontré que podría explicarte muchas cosas.
Adriáno arqueó una ceja, intrigado