Al día siguiente, Chiara se encontraba renovada. El sueño que había tenido no lo recordaba, lo cual le resultaba completamente extraño. Ella casi siempre recordaba sus sueños, incluso los más alocados o terroríficos, pero este último, por alguna razón, se le escapaba de la memoria. Una sensación extraña le recorría el cuerpo, como si hubiera estado a punto de descubrir algo importante y lo hubiese perdido en el despertar. Le pesaba en el pecho esa ausencia de imágenes, ese vacío que dejaba una huella sin forma.
—Buenos días, Antonella —saludó a la joven que se encontraba en el desayunador exterior.
Antonella tenía una laptop frente a ella; al parecer, estaba escribiendo algunos relatos para su nueva obra.
—Veo que madrugaste —dijo Chiara mientras se sentaba a su lado.
Antonella levantó la mirada de la laptop y le dedicó una sonrisa amistosa. A pesar del poco tiempo que llevaban conviviendo, se habían vuelto muy cercanas, algo inusual en Chiara. Ella era una persona de pocos amigos, y