— Entonces… tu esposo es mi jefe. — Ethan llevó la botella de cerveza a sus labios, como si aquella revelación no tuviera el menor peso para él.
Alexandra soltó una pequeña carcajada, ladeando la cabeza, y asintió con un brillo desafiante en los ojos.
— Lamento si te ocasioné problemas con Gabriel —dijo con una sonrisa pícara—. Te metí en algo que no es de tu incumbencia.
Mientras hablaba, la imagen de Gabriel seguía rondando en su mente: su silueta rígida junto a la carretera, la mandíbula apretada, los ojos clavados en ella con esa mezcla peligrosa entre rabia y deseo. Sabía que verlo marcharse con Ethan había sido como una bofetada para él.
— Problemas… — Ethan se encogió de hombros con aire despreocupado. — De hecho, me emociona tener un poco de adrenalina día a día. No soy de los que buscan una vida tranquila.
Alexandra arqueó una ceja, divertida por su respuesta.
— ¿No te da miedo que te despida del trabajo? — lo retó, acercándose un poco más, con sus labios rojos brillando b