Capítulo 64
Ella es mi Luna
El sol apenas despuntaba en el horizonte cuando Erick bajó por la ladera, con las zapatillas húmedas de rocío y el pecho agitado por la carrera. No era su rutina habitual madrugar así, pero necesitaba despejarse. Cada zancada le había servido para calmar un poco la tormenta de pensamientos que lo consumía desde la noche anterior.
—¿Desde cuándo corres sin avisar? —la voz de Bastian lo sorprendió al doblar una curva del sendero—. Creí que te habías ido sin mí.
Erick lo miró sin responder al instante. Tenía el rostro endurecido, como si el frío de la madrugada lo hubiera congelado por dentro.
—No podía quedarme ahí... necesitaba aire —dijo al fin, volviendo la vista al suelo de tierra húmeda.
—¿Aire o distancia? —preguntó Bastian con tono más ligero, aunque sus ojos lo observaban con atención.
Caminaron en silencio por un tramo, solo con el ruido de las hojas bajo sus pies y el canto tenue de los pájaros al amanecer. Bastian fue el primero en detenerse, apoya