Capítulo 49
En camino hacia Maya
La camioneta negra avanzaba sobre el sendero de tierra que se adentraba en la zona boscosa al este de Lunareth. Las ruedas levantaban polvo mientras el sol comenzaba a ocultarse detrás de los picos montañosos. A mi lado, en el asiento del acompañante, Dina mantenía la mirada fija hacia el frente, con las manos sobre su regazo, dócil como siempre.
—¿Y bien? —le pregunté sin apartar la vista del camino—. ¿Ya tomaste una decisión?
Ella tardó en responder. Su voz fue apenas un susurro, pero cargada de firmeza.
—Sí… voy a ayudarte.
Sonreí. No de alegría, claro, fue esa clase de sonrisa ladeada, casi perezosa, teñida de ironía. Qué fácil era predecir a los de su clase, tan predecibles, tan manipulables. Había aprendido desde joven que los pobres sólo necesitaban una pizca de esperanza para entregar su lealtad. Y ella no es la excepción.
—Qué generosa —murmuré, girando el volante con suavidad para tomar un desvío más estrecho—. Me conmueve tu disposición.
Din