Capítulo 36
Primera noche juntos
Maya
La multitud comenzó a dispersarse lentamente, aunque aún resonaban los ecos de los cánticos ceremoniales en el aire, la brisa trajo consigo el aroma de los pinos y de las flores que decoraban el camino de piedra. El crepúsculo teñía el cielo de un ámbar profundo y cálido, como si Selmorra en sí celebrara la unión que acababa de realizarse, Erick me tomó de la mano con discreción y, sin decir una palabra, comenzó a guiarme hacia el otro extremo del claro, donde dos caballos oscuros y elegantes aguardaban. Uno de ellos, de pelaje completamente negro, parecía un reflejo de su jinete. El otro, ligeramente más pequeño y de crin plateada, relinchó con suavidad al verme acercar, no entendía muy bien lo que sucedía hasta que vi cómo algunos aldeanos nos observaban con respeto desde la distancia, algunos incluso con sonrisas emocionadas. Fue entonces cuando una anciana se acercó a nosotros y, con una reverencia ceremonial, dijo:
—Que la tierra los bendiga