Reino de Nuante, aldea Kabora
Muy temprano en la mañana, la princesa salió del humilde lecho que ocupaba en casa de Arua. La joven se había despertado antes del alba e hilaba lana sentada fuera de su hogar.
—¿El rey aún duerme? —preguntó al ver a Lis.
La princesa asintió. Desz estaba extenuado y no deseaba despertarlo.
—Es un honor que él esté descansando bajo mi techo. El señor Oak debe estar muriendo de la envidia.
Ambas rieron, sabiendo de la ferviente admiración del hombre por Desz y sus incansables deseos de complacerlo.
—Tú también debes sentirte honrada por servirlo tan de cerca.
Lis no supo qué decir.
—El rey Desz es muy guapo —agregó sonriente Arua.
—No digas eso, él podría oírte —susurró Lis.
—Dijiste que estaba dormido.
—Sí, pero tiene el más excepcional de los oídos. A veces creo que puede oír hasta el latir de mi corazón.
Arua la miró con incredulidad, sin dejar de sonreír.
—¿También te parece guapo? —insistió.
—Deja de decir esas cosas, insensata —la regañó Lis.