Al día siguiente de su partida, la comitiva del rey Kert regresó a Galaea reducida a menos de la mitad.
—Había Dumas apostados en las fronteras, pero no eran nuestros —contó Riu mientras eran atendidas sus heridas.
—El traidor que los envió a Arkhamis ahora ha ido por Uratis. Acabamos con los suyos sin problema entonces, ¿por qué te han dejado en tal estado ahora? —preguntó Eriot.
A Riu le faltaba un brazo. Múltiples lesiones se repartían por el resto de su cuerpo también.
—No eran sólo ellos, Eriot. Había otras criaturas también, más pequeñas y veloces, con cuerpos ardientes y fuertes y dotados de enormes garras y colmillos capaces de atravesar nuestra gruesa piel.
—Tarkuts, así son los Tarkuts... No puede ser —dijo Eriot, aferrándose la cabeza.
—Cuando estuve en Nuante sólo estaba el rey. Ahora son más, han aumentado en número como nosotros. Mataron a los escoltas del rey Kert, él y yo nos salvamos por poco.
—Cuando se despierte estará intratable, querrá que todo nuestro ejérc