Reino de Arkhamis
La reina Alira se aferraba el vientre mientras con la otra mano sujetaba la de Daara. Le parecía que había sido ayer cuando su primogénita se movía dentro de su cuerpo. Qué agradable sensación era aquella, tener dos corazones, proteger al ser que se gestaba y con el que era una sola. Ahora su hija yacía inconsciente y le dolía el vientre.
De sus labios temblorosos una dulce melodía brotaba, era la canción de cuna con la que la princesita se dormía cada noche. Cuando dejaba de cantarla, ella se despertaba. Así era hasta que la cantaba por tercera vez. De niña, Daara tardaba tres canciones en dormirse.
La reina se detuvo luego de la primera, pero la muchacha no se despertó.
Se detuvo luego de la segunda y esos amados ojos siguieron sin mirarla.
Ya no pudo cantar una tercera vez y rompió en llanto, sin soltar la mano de su hija, que soñaba el que parecía ser un sueño eterno.
Lejos del calor de los aposentos reales, en las frías mazmorras, Desz también soñaba. Atrapa