Riu dejó el palacio de la bestia con un sentimiento de amargura. La princesa no sufría los horrores que le había descrito el rey de Balai y parecía estar a gusto en su nuevo hogar. Sin embargo, no deseaba dejarla allí. Ella pertenecía a la luz, al lado del mundo donde relucía la vida y todo lo que se ve resultaba hermoso, no a ese palacio ruinoso y hostil, donde la asediaba un monstruo.
Tiempo.
Necesitaba tiempo para pensar en un plan de rescate y también un lugar seguro al cual llevarla, pues si el propio rey la había entregado como un vulgar objeto, el palacio de Arkhamis no sería apropiado.
Y ya no podría regresar, sería un traidor. Traicionaría al rey, a su patria y a su padre.
¿Quién le había enseñado a luchar incansablemente hasta lograr sus objetivos? ¿A no rendirse, aunque no tuviera fuerzas para continuar?
Esperaba no meter en problemas a su amado padre.
Pasó junto al camino que, según Lis, lo llevaría a una aldea. Justo donde éste se desprendía del camino principal estab