Xavier recuperó esa mirada oscura y sombría que había perdido desde que conoció a Elizabeth. Nunca antes había experimentado la traición de una forma tan profunda, aunque la había palpado en muchas otras ocasiones antes de estar con ella.
Sabía que debía retomar el control de sus territorios y negocios; por suerte, en esa ciudad todavía conservaba poder.
—Señor, ¿cuál es el siguiente paso? —preguntó Dante, firme, en su despacho. Xavier apenas levantó la mirada.
—Los niños deben ir a la escuela. No pueden verse afectados por nuestros problemas. Encuentra una escuela discreta, común, y asegúrate de plantar vigilancia por todas partes para protegerlos.
—Entendido, señor. ¿Y la señora Helena? ¿Se quedará con nosotros?
Xavier guardó silencio un instante. Helena podía serle útil, una ventaja necesaria para ejecutar sus planes y, sobre todo, para vengarse de Elizabeth.
—Asígnale la mejor habitación. Se queda con nosotros.
Dante asintió, pero antes de continuar tragó saliva con dificultad.
—S