Uno.

Cuando Marcos, mi amigo de sonrisa reluciente bajó la ventanilla de su automóvil me miró a la cara con su típica mueca de diversión.

— Parece que la luna de miel duró poco.

Rodé los ojos al escuchar su comentario ridículo y abrí la puerta trasera del auto para deslizarme dentro, el pomposo vestido de novia era tan absurdamente grande que ocupaba casi todo el asiento.

Lo primero que hice al tener un poco de paz fue quitarme el velo hecho jirones, todavía me palpita el labio a causa del golpe que esa mujer se atrevió a darme.

Pero no puede haber un buen show sin algo de drama, ¿No es así?

— Honestamente fue algo infantil, pude habérmela quitado de encima. — Respondí sin mucho interés.

— Lo sé, con tu temperamento eres capaz de patear el trasero del hombre más grande.

Me reí por ese comentario tan tonto. Cuando finalmente la tensión de la actuación empezaba a desvanecerse decidí suspirar y recostarme contra el asiento del cuero del auto. «Necesito quitarme todo esto.» Pensé, deslizando los guantes fuera de mis manos, o al menos lo que quedaban de ellos.

Primero me quité los pendientes brillantes y el collar de perlas falsas y los guardé en un estuche pequeño, luego me quité la peluca rubia y mi cabello castaño trenzado cayó sobre mi espalda mientras seguí a despegarme la pequeña nariz de silicona que usé para afinar mis facciones.

Marcos me miraba con disimulo por el retrovisor, sé que para él es impresionante cuánto puedo cambiar de apariencia con solo un poco de maquillaje. Guardé todas is cosas, incluso un par de pechos de silicona que resaltaban mi busto, luego me quité el maquillaje hsta que quedé limpia y sin adornos.

— Si quieres podemos parar en algún sitio tranquilo. Puedes descansar un poco mientras busco la información del siguiente encargo.

Ahí es donde él entra en acción.

Mi mano derecha, encargado de manejar el sitio web, su deber principal es invetsigar a cada uno de los postulantes y recopilar información.

Ah, y tambíén es mi chofer a veces.

— No quiero descansar ahora, ¿Quién es el siguiente?

Marcos, con la vista fija en su laptop, navegaba por su sitio de contactos. De repente, su ceño se frunció.

— ¿Qué diablos...?— masculló Marcos,. Se inclinó más cerca de la pantalla, como si no creyera lo que veían sus ojos.

— ¿Qué pasa, Marcos? — Pregunté al notar su sorpresa, aunque no me interesaba tanto como demostraba.

—Una oferta—, respondió él, la voz baja de asombro. — Una cantidad... gigantesca. No he visto algo así desde que empezamos.

¿Gigantesca? Eso suena como música para mis oídos así que le arrebaté a Marcos la laptop de las manos para revisar por mi propia cuenta, él rodó los ojos pero no le tomé importancia. La pantalla mostró el perfil del posible cliente, pero... No había foto de perfil, solo un espacio en blanco donde debería estar una imagen clara y obligatoria.

— Pero ¿Quién es...? — Pregunté, deslizando por la pantalla. — No hay ningún detalle que nos ayude a identificar al cliente, ni siquiera una fotografía o una descripción, ¿Cómo pasó?

—  Eso es lo raro. Nuestro sistema casi no permite eso. Es prácticamente imposible de penetrar sin una verificación completa. No sé cómo consiguió siquiera llegar a esa etapa del perfil. Es un fantasma.

El sitio web que creó Marcos es de al menos cuatro estrellas, los clientes que recibimos son básicamente perdedores, mujeriegos e infieles que quieren lucir bien presumiendo de una bella esposa -Que no tienen- de una vida perfecta -Que tampoco tienen- o de un elevado estatus económico -Que algunas veces es lo único a su favor-

También hay personas que solo quieren dar celos e incluso quienes no desean ser comprometidos por la fuerza y deben mantener una fachada.

Pero nunca ninguno de ellos habia estado tan desesperado como para pagar una cantidad tan alocada de dinero.

— Demasiado fácil, Marcos—, dije, devolviéndole la laptopdijo Valeria. —Dinero fácil, problemas difíciles. Es una regla de oro. Rechaza la oferta. Vámonos a casa, necesito una ducha y una buena siesta. Por hoy fue suficiente drama.

Sé que Marcos estuvo un poco decepcionado, pero no estoy dispuesta a aceptar debates, sugerencias ni a cambiar de opinión. Empezó a teclear para cerrar la ventana del navegador. Pero antes de que pudiera hacerlo, el ícono de la ventana parpadeó. Y sin que él tocara nada, la misma ventana del perfil anónimo volvió a abrirse en la pantalla. Esta vez, el monto de la oferta se había duplicado.

Marcos frunció el ceño, el sudor frío empezando a perlar su frente. — Esto... esto no es normal, Vale. Podría ser un virus.

De repente, una pequeña casilla de mensaje apareció en la parte inferior de la pantalla, emanando directamente del perfil anónimo. Marcos se detuvo, sus ojos fijos en el texto que se materializaba palabra por palabra:

"Sé que mi oferta es inusual, pero tengo algo que no podrán rechazar. Y sé exactamente quién eres, Valeria."

¿Quién demonios es esa persona?

Marcos suspiró, aliviado, mientras tecleaba furiosamente en su laptop. — Lo bloqueé del sistema. Tuvo que ser un virus bien sofisticado, pero ya no podrá entrar. Listo, Vale. Podemos respirar tranquilos. Nos vamos a casa a descansar de verdad.

Asentí, llevándome una mano al pecho debido al susto. De pronto la idea de una ducha caliente y el silencio de mi apartamento empezó a sonar como la mejor forma de terminar el día.

Pero las cosas no fueron tan fáciles.

Justo cuando Marcos se disponía a cerrar la laptop, la pantalla parpadeó violentamente. Un destello de código ilegible por una fracción de segundo, y luego, de golpe, una ventana emergente gigantesca cubrió toda la pantalla.

No era una oferta. Era un mensaje. Y era para ellos.

"Su negocio se basa en la ilegalidad. Estafar y engañar a personas vulnerables tiene consecuencias legales. No querrán enfrentarlas."

 Esto no era un cliente. Esto era una amenaza

''Parece que finalmente están dispuestos a hablar conmigo ahora que capturé su atención, ¿Verdad?''

Antes de que Marcos pudiera hacer algo le arrebaté la laptop, enojada y empecé a teclear:

"¿Quién demonios eres? ¿Y qué demonios quieres?"

La respuesta no tardó en llegar. Una nueva burbuja de texto apareció casi al instante:

"Solo quiero charlar, Valeria. Concertar una cita. Tengo una oferta que realmente no podrán rechazar. Pero si insisten en negarse, me veré obligado a tomar otras medidas... legales, digamos."

''No te tengo miedo, así que haz lo que quieras, rarito.''

Decidí no hablar más con ese bastardo, pero la pantalla de la laptop empezó a llenarse con pequeñas ventanas emergentes.

‘’Hablemos,’’

‘’Reunámonos.’’

''Sé dónde estás, charlemos''

''Hiciste un buen espectáculo en la boda. No esperaba verte allí'

''Incluso con toda esa producción, sabía que eras tú.''

Marcos Se endereza de repente, con toda la concentración del mundo intenta revisar el problema, pero, tan pronto como da click, el sitio web se da automáticamente de baja y la computadora comienza a comportarse de forma errática.

— ¡¿Cómo volvió?! ¡Yo lo eché! ¡Ese hijo de perra sabía que yo intentaría rastrearlo e insertó un virus que se activó automáticamente!

cerré la laptop de golpe, el repentino silencio en el coche ahora mucho más inquietante que el ruido de las notificaciones.

—¡Maldita sea!—, exclamó Marcos, sus manos aferradas al volante.

— este tipo, este fantasma, ha burlado cada capa de seguridad que teníamos. Sabe quién soy. Sabe dónde vivo. Tenemos que hacer algo rápido.

Marcos asintió y pisó el acelerador.

(...)

Ambos fuimos a un complejo departamental en una zona olvidada de la ciudad, el edificio aprece que está a punto de derrumarse, nos detuvimos en el tercer piso frente a una puerta de madera azul que parece a punto de desintegrarse con solo tocar una vez. Marcos golpeó la puerta pero no hubo respuesta en ninguno de los intentos.

— Parece que no hay nadie.

— Él siempre está, solo decidió ser un dolor en el culo hoy. Pero ya fuimos lo suificientemente amable, si él no quiere salir..., entonces no nos puede culpar por tirar la puerta.

Marcos sacó una ganzúa del maletero del coche y, con un par de movimientos expertos, forzó el cerrojo. La puerta se abrió con un leve chirrido.

El apartamento era un desorden oscuro. Las cortinas estaban corridas, bloqueando toda la luz natural. El aire era pesado, con un olor a café rancio y algo metálico. En el suelo, entre montones de cables, pantallas de computadora y cajas de pizza vacías, yacía una figura. Estaba inmóvil, como si estuviera muerta.

«Ni siquiera si te mueres de verdad escaparás de mí, imbécil.»

Me acerqué a la ventana y abrí las cortinas para dejar que los rayos del sol iluminen la polvorienta habitación.

— ¡Aaaargh! ¡La luz! ¡Me quema!—, gimoteó la figura, aún sin moverse del todo. Llevándose las manos a los ojos como si el sol lo fuera a matar.

— Tal vez si dejas de bromear y te mueres de verdad, las cosas mejorarían, Gus.

Gustavo, o Gus, se incorporó a medias. —¡Oye! ¿Qué les pasa? ¿Forzar la entrada? ¡Eso es un crimen! Saben que no me gusta que...

— Te juro que cometeré un verdadero crimen si no cooperas en este preciso instante, así que mueve tu trasero flácido al auto en este preciso momento. — Le advertí al tirar del cuello de su camisa, arrojándolo al suelo de nuevo.

 —Pero, ¿por qué vinimos a casa de este vagabundo en primer lugar? — Pregunta Marcos

Gus se giró hacia Marcos, ofendido. —¡Oye! ¡Yo no soy un vagabundo, cabeza hueca! ¡Soy un artista del código, un genio incomprendido!

—Un genio que vive en la basura y se queja del sol—, replicó Marcos con un tono de burla. —Un llorón, eso es lo que eres.

—¡Ya basta!—, exclamé harta de sus peleas —No tenemos tiempo para esto. Tenemos un problema, y Gus es la única persona que puede ayudarnos a resolverlo. Nos vamos ahora.

Gus escuchó en silencio la situación: el perfil anónimo, la oferta absurda, el hackeo de su sistema, las fotos personales y la amenaza legal. Su rostro, antes somnoliento, se tensó con cada detalle.

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