Miré mi mano y me asusté cuando vi las gotas de sangre recorrer mis nudillos, las personas corren a darle primeros auxilios a Maximiliano.
«¡Eres una estúpida, Valeria! Isabella te pidió seducir a su novio ¡No romperle la nariz!»
Estoy acabada, definitivamente aquí terminó todo.
Con una nariz cubierta por un pañuelo manchado de sangre, Maximiliano se acerca a mí con una furia bastante evidente, me agarró la muñeca con fuerza, obligándome a mirarlo a los ojos.
— Te lo advertí, elegiste joder a la persona equivocada.
Miré a todos lados en busca de auxilio, pero incluso el personal de seguridad solo se giró y apartó la mirada como si fuera una vista incómoda.
— ¡Espera, espera! ¡Hablemos primero! ¡Tu nariz no está rota!
«...Probablemente.»
Fui arrastrada de forma brusca al interior del salón, todos me veían como si fuera un animal salvaje a punto de ser adiestrado, a veces flaqueaba, me lastimé el maldito tobillo cuando mi tacón se rompió.
«La mujer descalza y mojada como un perro bajo la lluvia debe ser un completo espectáculo para todos estos buitres...» Me mordí el labio con ansiedad, parece como si me estuvieran arrastrando. ¡Esto no es para nada lo que yo planeé!
«¿Y si me está dando un último paseo antes de matarme? ¡Usará mi muerte como lección para todos!» Mi cabeza solo se llenaba de pensamientos negativos, intentando conseguir ayuda con terror o al menos idear una ruta de escape.
Las luces se apagaron de repente, la luz de los reflectores apuntaron hacia ellos, encandilando mis ojos.
''¡Vaya! Parece que el señor Landolfi ya ha decidido con quién bailará esta noche.''
¿Qué rayos? ¿Quién dijo eso?
Logré reincorporarme cuando Maximiliano estaba tan confudido por el demonio que encendio los reflectores y me soltó rápidamente, por un momento olvidé que había un baile y lo más importante era que: No puedes cambiar de pareja una vez que la consigues.
Regla que se estableció por problemas entre señoritas en años pasados.
— Menuda m****a... — Masculla Maximiliano— Bailar con la mujer que me rompió la nariz.
«Y me faltó emparejarte el otro lado, deberías recordármelo más tarde.» Me tragué mi orgullo.
— ¿Vas a bailar?
Maximiliano me mira como a una puta loca.
«No te preocupes, no estoy haciendo esto porque quiero.»
— Paso.
— ¿Qué?
— No voy a bailar contigo, demente. ¿Acaso no te has visto? Eres un desastre y apestas a vino.
— ¡¿Demente?! ¡¿Debo recordarte que fuiste tú quién se buscó el pleito?! —Exclamé.— Si hubieras controlado tus palabras en primer lugar, todo esto no hubiera pasado.
— ¿Acaso me estás diciendo que yo tengo la obligación de mantenerme callado mientras tú te deshaces de tus problemas en mí y te comportas como una loca?
— Ah, ¡¿ahora soy una loca?!
Los invitados se quedaron en silencio, mirando nuestra pelea hasta que alguien se cansó de la espera y nos gritó desde el fondo del salón.
"¡Vamos, con un carajo, van a bailar o no?! ¡Dejen de discutir y pisen la pista de una vez!"
— ¡Tu cállate!
Gritamos al mismo tiempo.
Me giré hacia Maximiliano una vez más, no quiero seguir con este tira y afloja así que me tragué mi orgullo y le extendí la mano, mirando esos ojos verdes que empiezan a amenazar con volverme loca.
— ¿Vas a bailar conmigo o me debería buscar un compañero más apropiado?
Maximiliano frunce el ceño al mirarme.
— A menos que sea un vagabundo, no creo que encuentres a nadie más.
«¡Este bastardo no se queda con una...!» Apreté mis manos en puños, mi cordura está a punto de salirse por la ventana.
— Bien, como prefieras.
Salí de las luces del reflector, buscando a tientas a un compañero de baile. Pero Maximiliano tomó una decisión más audaz y me sujetó fuertemente de la cintura al mismo tiempo en que la música empieza, aunque me sorprendió rápidamente me adapté a su ritmo y nos sincronizamos en el baile.
«Él definitivamente parece ser bipolar.»
— Espero que tus dos pies izquierdos no me estorben.
Ruedo los ojos. — No te preocupes, sé muy bien dónde ponerlos.
Isabella me había dado un par de trucos para pisar los pies de Maximiliano de manera disimulada y fingir que eran accidentes y él, aunque se estaba cabreando, no podía reaccionar de forma grotesca y estallar en ira contra mí.
— La forma tan descarada en la que me pisas al mismo tiempo que sonríes me recuerda a alguien. — Comentó.
Yo sonreí.— Seguramente hay mucha gente ahí fuera esperando bailar con usted para pisarle los pies.
Él hace una mueca de disgusto.
«Oh, esa es una nueva expresión facial.»
— Sonríes como una tonta.
— Perdón, señor. Su sufrimiento me hace feliz. — Respondí, dando un giro y volviendo a él.
Tengo entendido que Maximiliano Landolfi es un hombre serio y respetable dentro del mundo social, pero..., el Maixmilaino al que me he enfrentado esta noche es un completo enigma.
Un hombre arrogante con una mirada capaz de taladrar el alma, orgulloso y que no le importa sacrificar a quien sea para lucir bien. Esa es la verdadera naturaleza de Maximiliano Landolfi, el hombre que ya me ha engañado una vez y se ha burlado de mí.
Cuando la canción termina Maximiliano se deshace en seco del agarre y gira sobre sus pies completamente en silencio al marcharse, no volteó a verme en ningún momento, como si yo no valiera otro segundo de su tiempo.
— Se acabó... — Murmuré. — Fracasé...
Mi cerebro jamás olvidaría este día: La primera vez que fallo tan penosamente un trabajo.
(...)
La brisa fría de la noche me trae de vuelta a la realidad, del otro lado de la calle Isabella me está esperando dentro de un auto con vidrios polarizados, ni siquiera sé cómo decirle que no tuve éxito y perdí la oportunidad de acercarme a Maximiliano por una tonta pelea inmadura.
«Normalmente soy tan seria y capaz de soportarlo todo, ¿Entonces por qué él logró desestabilziarme tanto?»
Me cuestioné a mí misma con decepción.
Yo debía haber salido de este edificio del brazo de Maximiliano, no con los zapatos rotos, vino encima de la ropa y sobretodo... Las manos vacías.
Iba a cruzar la calle para enfrentar a Isabella y reconocer mis errores cuando un lujoso auto se estaciona frente a mí, apenas el auto se aparca el coche de Isabella arranca como si hubieran visto un espanto, tengo un mal sabor de boca a partir de ese momento y un nudo se forma en mi estómago.
Me inclino hacia el coche cuando el pasajero del asiento trasero baja la ventanilla y mi sorpresa es grande cuando veo que se trata del mismísimo Maximiliano Landolfi.
— Súbete.
Me invitó.
«Supongo que no hay vuelta atrás ahora.»