El Imperio Nocturno burbujeaba con la energía de la noche. Música electrónica pulsante, luces de neón que teñían el ambiente de morados y azules, y una multitud elegante que se movía al ritmo de la noche. Era un mundo aparte del decrépito apartamento de Gus.
Y Gus, en el centro de ese universo, era otra persona. Detrás de la barra, con una camisa negra impecable y un delantal limpio, se movía con una agilidad sorprendente. Su cabello, peinado y brillante, su rostro afeitado, y una sonrisa profesional en los labios, hacía que el ermitaño de la tarde pareciera un mal sueño. Estaba mezclando cócteles con una destreza fluida, charlando con los clientes y recogiendo vasos con una facilidad asombrosa. Era increíble ver cómo pasaba de ser un ermitaño a una persona completamente diferente.
— No puedo creer que sea el mismo tipo—, murmuró Marcos, empujando a Valeria para acercarse a la barra. —Finalmente, parece una persona decente.
Gus levantó la vista, una sonrisa irónica en el rostro al verlos. Sirvió una bebida y se inclinó hacia ellos. — Oh, Marcos, ¿es eso un cumplido? Guárdatelos. No estoy de humor para los halagos de alguien que presume de tener un sitio web 'impenetrable' y luego se deja hackear por un fantasma.
La burla en su voz era evidente, y el golpe dio justo en el orgullo de Marcos, quien frunció el ceño, molesto. Valeria solo observaba, su decisión de contratar a Gus reafirmada una vez más. Su versatilidad, la forma en que podía mezclarse en cualquier ambiente y transformarse según las circunstancias, era precisamente la razón por la que lo había mantenido a su lado. Era un activo invaluable, incluso si a veces era un dolor de cabeza.
Marcos se inclinó sobre la barra, ignorando la burla de Gus. —¿Dónde está tu contacto, Gus? No tenemos toda la noche para esto.
Mientras Gus se disponía a responder, los ojos de Valeria se fijaron en una figura que se abría paso entre la multitud, acercándose a la barra. Una oleada de reconocimiento la golpeó. Se le hacía conocida. Demasiado conocida.
''¡Oh, diablos!''
— ¡Cállense!—, siseó Valeria, empujando a Marcos y a Gus con el codo. Llevó una mano a su rostro, cubriéndose la boca y parte de la nariz, intentando pasar desapercibida. Lo había visto antes. En otro escenario, bajo otro nombre, interpretando otro papel. Era un ex-cliente.
El hombre llegó a la barra, con el ceño fruncido y una expresión de fastidio. Ni siquiera notó a Valeria o a Marcos. Se plantó frente a Gus, golpeando ligeramente la madera con sus dedos.
— Oye, payaso. —, dijo el cliente, su voz con un deje de impaciencia. —¿Dónde están nuestras bebidas? Llevamos esperando una eternidad. El servicio aquí es una m****a.
— ¿Y me ves a mí de todos los trabajadores la cara de ser bartender de los vip? — Contesta Gustavo a secas, Valeria se atasca con su propio trago mientras él se coloca el pañuelo de la barra sobre el hombro. — No me mires a mí, el gerente ineficiente está de aquel lado. Habla con él para que haga algo más que jodernos la existencia.
El hombre alto hizo una mueca a la que Gustavo no reaccionó en lo más mínimo, pero no fue hasta el momento en que Valeria vio al guardia tras de él con su arma escondida y el walkie-talkie enganchado a su pantalón que se dio cuenta de una cosa.
— ¿Por qué hay tantos guardias rondando los alrededores, Gustavo? — Pregunta Valeria, había notado que el patrón de vestimenta se repetía varias veces. — Es bastante obvio que están mezclados entre las personas.
— Es porque hoy llegaron unos tipos de élite. Vienen con bastante frecuencia pero hoy llegaron de repente y en un estado.., más que inconveniente. — Explica. — Los guardias están evitando que ocurran cualquier tipo de incidentes.
— ¿Incidentes?
Gustavo permaneció callado algunos segundos.
— Ya sabes cómo son este tipo de personas... El área VIP es un desastre en este momento, mi contacto debe estar sufriendo al atender niños mimados con aires de grandesa. Ya han acosado a dos camareras y ocasionado tres peleas en lo que va de la semana.
Valeria se obligó a desviar la mirada del ex-cliente, su corazón aún acelerado. Necesitaba un momento para recomponerse. Sus ojos recorrieron el club, notando los detalles, la opulencia ruidosa. Decidió pedir una copa, algo que la ayudara a disimular su nerviosismo mientras esperaba que Gus hiciera su magia.
Pero antes de que pudiera indicarle su elección a Gus, una figura en la entrada captó su atención, deteniendo su mirada por completo. Era un hombre que destacaba de forma extraña en medio del ambiente vibrante del club. Llevaba una camisa blanca de lino inmaculada, casi playera, que no combinaba en absoluto con la atmósfera lujosa y oscura del lugar.
Sin embargo, apenas cruzó el umbral, todas las miradas se posaron en él, incluida la de Valeria. No era su ropa lo que los atraía, sino la autoridad que emanaba. A su paso, una multitud de empleados, desde camareros hasta seguridad, se acercaron a él con una reverencia casi servil, moviéndose como perritos falderos dispuestos a lamer el piso por donde caminaba.
‘’Ropa blanca de lino, eh... Nada mal.’’ Piensa.
Valeria se interesa en su huida cuando él parece mirarla como si apenas se estuviera dando cuenta de su insignificante existencia, Valeria tensa los hombros y mira hacia otro lado con el vaso de Vodka cerca de la boca, como si su pequeño vaso de licor la fuera a esconder.
''¿Por qué este jodido psicópata me mira como a una cucaracha molesta...?''
Entonces, él abrió la boca para hablar.
— Yo... Te he estado buscando.
Por accidente Valeria derramó su bebida luego de escucharlo.
No hay forma de describir el pánico que sintió en ese momento. Valeria se sintió como un niño cuando sus padres descubren que hizo algo malo, la piel le palideció y empezó a tartamudear cosas inteligibles.
Valeria se preparó para responder, una réplica mordaz ya formulada en su mente. Él la miró directamente a los ojos, y luego, para sorpresa de ella, el hombre giró la cabeza ligeramente y se dirigió a Gus.
— Por fin te encuentro—, dijo el hombre, su voz grave y resonante, pero con un tono que sonó extrañamente íntimo en el ruidoso club. —Llevo mucho tiempo buscándote. No sabes el deseo que tenía de verte.
Valeria se quedó boquiabierta. ¿La había estado buscando a ella? No, le estaba hablando a Gus. Una risa nerviosa se formó en la garganta de Marcos, pero la contuvo. Gus, por su parte, dejó caer la coctelera con un golpe sordo. Su rostro estaba una mezcla de confusión, sorpresa y un ligero rubor. Miró al hombre, luego a Valeria, y de nuevo al hombre, completamente desorientado.
El hombre se inclinó un poco sobre la barra, bajando la voz. —No creí que te volvería a ver. Pensé que nunca volverías. Es sorpresivo.— Sus ojos profundos se fijaron en Gus, y una sonrisa ladeada, casi seductora, se dibujó en sus labios. — Sabes, lo que me hiciste la última vez... fue inolvidable.