El traqueteo de la camioneta me sacudía con cada curva, pero el miedo que sentía era aún más violento. Mi mente no dejaba de repetir la imagen de Carttal, de rodillas, con sangre en el rostro. Sabía que él vendría por mí… pero, ¿y si no llegaba a tiempo? ¿Y si Sibil me arrebataba lo que más amaba?
El nombre de esa mujer bastaba para helarme las venas. Esa mujer era mas que una enemiga, era un fantasma del pasado que Carttal había intentado enterrar sin éxito. Sabía que su obsesión por él no tenía límites, y ahora, yo era el blanco de su venganza.
—Espero que estés cómoda —murmuró uno de los hombres, con una sonrisa torcida—. No queremos que te pase nada… todavía.
Ignoré su burla, manteniendo la vista fija en la ventana, buscando alguna señal que me indicara dónde estaba. Todo lo que veía eran sombras y el destello ocasional de faros lejanos. El corazón me martillaba en el pecho mientras mi mente trabajaba a toda velocidad. Necesitaba encontrar una forma de escapar. Por mí… por mi bebé