Mundo ficciónIniciar sesiónA la mañana siguiente, el sol nacía despacio, y la hacienda comenzaba a despertar en silencio, con el canto lejano de los gallos y el aroma del café recién hecho llegando desde la cocina. En el dormitorio, Isabella se movió suavemente entre las sábanas, sintiendo el calor apacible del cuerpo de Lorenzo aún junto al suyo. Aurora dormía entre ellos, el rostro sereno, el cabello revuelto descansando sobre el hombro de la niñera.
Por un momento, Isabella se quedó allí, inmóvil, observándolos. Lorenzo dormía profundamente, con una de las manos apoyada sobre la cintura de ella, como si incluso dormido no quisiera dejarla escapar. Sonrió, divertida. El pecho se le llenó de aquella misma certeza que la había invadido la noche anterior: estaba exactamente donde debía estar.







