Habían pasado dos años desde que Denisse White desapareció antes del amanecer, dejando atrás una casa silenciosa, un compromiso roto y un hombre que nunca admitiría cuánto la había esperado. Noah Winchester aprendió a seguir adelante, no porque quisiera, sino porque no le quedó otra opción. Su madre, Margaret, había enfermado en los últimos meses, y la fragilidad creciente de la mujer lo empujaba una y otra vez a aceptar decisiones que antes habría rechazado sin pensarlo. Entre ellas, su compromiso con Helena Blake, su amiga de la infancia, la hija perfecta para la esposa perfecta que su madre deseaba ver a su lado antes de que fuera demasiado tarde.
Esa mañana, mientras la luz gris filtrada por las ventanas del hospital iluminaba el rostro cansado de Margaret, Noah sintió que la respiración se le detenía cuando ella apretó su mano.
—No quiero irme sin verte casado, hijo —susurró con una ternura que lo atravesó—. Helena te cuidará. Lo sé.
Él bajó la mirada, incapaz de contradecirla. L