Mundo ficciónIniciar sesiónMarcus no había dormido más de dos horas. Amaneció mirando el techo, sintiendo el hueco en la casa como un animal respirando en la oscuridad. Desde que Laila se fue, Melissa estaba apagada. No había cantos, no había galletas, no había dragones ni guardias de peluche haciendo rondas nocturnas. Solo silencio. Un silencio de niño triste.
Se sentó en la orilla de la cama, masajeándose la base del cuello. El celular vibró en la mesita: Clara, otra vez. No lo abrió. Caminó hacia la habitación de Melissa. Ella seguía dormida, abrazando a Po, el dinosaurio verde que Laila le regaló. Tenía los ojos hinchados aun dormida. Marcus le acarició la cabeza con la yema de los dedos, como si tocara algo sagrado y frágil.
Ese era el punto. Melissa se estaba rompiendo. Y él la estaba viendo romperse sin poder pegar las piezas.
Bajó a la cocina







