Mundo de ficçãoIniciar sessãoHabían pasado algunos días desde aquella noche en que Laila se marchó con Oscar, y Marcus aún no conseguía borrar la sensación áspera que le dejó en el pecho. No era ira, ni tristeza exactamente. Era algo más incómodo: una punzada constante, una molestia silenciosa que aparecía sin aviso cada vez que escuchaba el sonido de una notificación en el teléfono de Laila. Bastaba con ver el brillo del nombre en la pantalla —Oscar— para que el mundo se le apretara un poco en la garganta. No entendía por qué. No tenía ningún derecho a molestarse. Ella era libre. Pero cada vez que la veía sonreír mientras escribía algo, esa libertad dolía un poco más.
Intentó concentrarse en su trabajo. Pasaba las horas frente a la computadora, revisando contrato







