BIANCA
El resto del viaje continúa en silencio hasta llegar a la mansión.
Me ocupo de Austin: lo cambio, lo arropo y le doy su leche. Cuando por fin se queda dormido en su cuna, me retiro a mi habitación sin siquiera mirar a Adrián.
Me muevo como una sombra, intentando pasar desapercibida, como si mi presencia pudiera desvanecerse en cualquier momento.
Una ducha tibia me relaja los músculos. Ya más tranquila, me quito la bata y me pongo el short de mi pijama,
Entonces ocurre.
La puerta que conecta nuestras habitaciones se abre de golpe.
—¡Ay! —apenas alcanzo a cubrir mis pechos con los brazos.
Adrián queda allí, estático en el umbral, sorprendido al verme solo con la parte de abajo puesta. Su mirada se encuentra con la mía solo un segundo, pero basta para que mi piel arda.
Se gira inmediatamente y sale sin decir una palabra, cerrando la puerta con brusquedad.
Yo me pongo la polera de tiras, seco mi cabello y respiro hondo.
Necesito aclarar esto.
Necesito poner límites.
Camino de un la