BIANCA
—Hora de irnos —dice Adrián mientras se pone de pie y ajusta el saco con un movimiento firme que parece cortar la conversación de golpe.
Aurora suspira con teatralidad.
—Ya se enojó —murmura, inclinándose hacia mí con un brillo divertido en los ojos—. Intenta soportarlo un poco más —me guiña un ojo como si compartiéramos un secreto.
Adrián frunce el ceño.
—Ella es una trabajadora, mamá. Estará aquí hasta que yo lo decida, no hasta que “ella lo soporte”.
Aurora abre la boca de inmediato, con esa teatralidad perfecta que solo ella domina.
—Yo diría que es más bien hasta que ella te soporte a ti, no hasta que tú lo decidas —lo reprende sin piedad—. El mundo no está bajo tus pies, Adrián. Bájate de esa nube de una vez.
Coge a Austin de los brazos de su madre con un movimiento suave pero firme.
Aurora chasquea la lengua y niega con la cabeza.
—No le hagas caso, Bianca. Está traumado, el pobre. Ya ves que su ex lo dejó plantado el día de su ceremonia de matrimonio… por eso es así de