BiancaMe despiertan sonidos que no pertenecen a un sueño. Abro los ojos lentamente y parpadeo varias veces, confundida, hasta que noto movimiento a mi alrededor.Hay varias mujeres entrando y saliendo de mi habitación como si nada, sin tocar la puerta, sin pedir permiso. Traen percheros móviles, cajas y prendas que parecen recién salidas de una boutique de lujo. Se mueven con precisión, casi como si ensayaran una coreografía: van y vienen, cuelgan ropa en el armario enorme que anoche estaba vacío, abren cajones, los cierran, acomodan cosas que ni alcanzo a distinguir.Instintivamente me cubro con la sábana hasta los hombros, mirando todo como si estuviera metida en la escena de una película que no entiendo. Nadie habla. Solo se escucha el roce de las telas, el cierre de los cajones y los pasos suaves sobre la alfombra.Una a una, las mujeres van saliendo, hasta que la última cruza la puerta.Entonces lo veo a él.Roger se queda de pie en el marco, erguido, impecable, como si fuera pa
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