Ella es una exitosa y adinerada mujer de carácter difícil. Él es un modesto joven que busca trabajo en su empresa. Pero, ambos se verán envueltos en un ferviente romance lleno de mentiras y engaños, originado por una confusión. Hariella Hansen es una multimillonaria empresaria, conocida como “La Magnate”, hasta que un día en el ascensor se topa con Hermes Darner, un despistado muchacho, menor que ella, quien la confunde como a una de las aspirantes al puesto vacante que ofrece la empresa.
Leer másUn lujoso auto azabache se estacionó frente a un imperioso edificio. Un hombre con atuendo de chofer fue el primero en bajarse y luego una linda muchacha con ropa de secretaria.
Ambos se colocaron al costado de la puerta trasera del vehículo. El chofer fue el encargado de abrir la puerta de manera sutil, como si estuviera por recibir a una reina de la edad media. Entonces, de manera espléndida, una esbelta pierna fue lo primero en mostrarse, cuyo tacón negro de aguja, se afirmó de modo firme en el asfalto. Así, como una poderosa soberana, que descendía de su carruaje real. Así, una espléndida mujer se manifestó con lentitud.
Ella abandonó el coche con glamour y distinción. Tenía puesto en su cabeza un sombrero Hepbrum oscuro con un velo que tapaba la parte superior de su rostro, sol dejando ver la parte de su boca y fina barbilla. En su negra pupila se reflejó la maravillosa arquitectura empresarial que le pertenecía a ella.
Hariella Hansen era conocida como La magnate. Era arrogante, altiva y soberbia. Había nacido en una cuna de diamantes, proveniente de una familia privilegiada y adinerada. Vestía como la noche, arropada por un aura de espectro sombrío y magnánimo. El tono negro era su gran favorito, llegando a lucir atuendos casi siempre de este mismo color. Su otro predilecto era el morado. Aunque rara vez lo usaba. El símbolo de su industria era el eslogan de un templo, con las iniciales IH. Pero el símbolo de sus productos alimenticios era su favorito; era el de Leona, acompañada por una inédita figura del animal, diseñada y patentada por ella. Los dos emblemas hacían honor a su nombre. Agarró la punta delantera de su sombrero.
Sus labios permanecieron sellados y su expresión, era inflexible y fría, como un témpano de hielo. Empezó a caminar con clase, entrecruzando las piernas, como si fuera una modelo. En su brazo izquierdo resaltaban su bolso de marca de edición limitada y su reloj suizo, de plata. Al avanzar, los guardias de seguridad le rindieron reverencia. Entonces, cuando se abrieron las puertas automáticas, al entrar a la recepción, se detuvo, pues la esperaba, un pasillo humano de sus empleados y demás escoltas. Ellos encorvaron sus cuerpos para otorgarle respeto a su suprema monarca, la reina de negro, porque siempre vestía como las tinieblas.
Un suave aroma a flores frescas llenaba el aire. Era un espectáculo de lujo y elegancia. Grandes arreglos florales decoraban el espacio, emanando un olor perfumado y fresco que se mezclaba con el aire acondicionado. Las paredes estaban adornadas con obras de arte contemporáneo, y los suelos de mármol pulido reflejaban las luces suaves que iluminaban la estancia. El mostrador era una pieza de diseño moderno, hecho de cristal y acero, donde las recepcionistas, vestidas con trajes impecables, saludaban a los visitantes con sonrisas profesionales. Alrededor, cómodos sofás de cuero y mesas de café con revistas de alta gama creaban un ambiente acogedor para los invitados, clientes e inversionistas.
—Bienvenida, nuestra gran señora —dijeron todos, hombres y mujeres al unísono, como si de tiempos monárquicos se tratara—. Es un gusto tenerle aquí.
Hariella no hizo ningún gesto. Detrás la seguía Lena Whitney, su leal secretaria. Empezó a caminar con refinada elegancia hacia el ascensor, mientras sus tacones de aguja resonaban de manera señorial con el piso de mármol, pulido, limpio y brillante.
Al estar solas en el ascensor presidencial, Hariella se quitó el sombrero y se lo dio a su secretaria para que lo sostuviera. Así, su divino rostro, oculto por el velo, quedó al descubierto. La forma de su cara asimétrica y angelical era deslumbrante. Tenía treinta y dos años, pero parecía de veinticinco. Su dieta, sus ejercicios, sus cremas, eran como un tratamiento para la juventud eterna. Si eras rico y tenías salud, no solo podía alargar tu vida, también evitabas envejecer. Su piel era blanca, inmaculada, como una muñeca de porcelana. Sus ojos azules claros eran hechizantes, mezclados con su nariz griega, sus cejas y pestañas le daban un encanto etéreo. Su caballo era rubio, como si fueran hilos de oro. Ella era tan preciosa, inteligente, pero tenía un mal carácter que la hacía ser temida y respetada por todos. Su aura era fría, por su personalidad, lúgubre por su ropa y dorada su cabello; era una particular y poco común combinación que una mujer podía llegar a transmitir. Sus facciones faciales eran bellas, pero su semblante era amargado, intimidante y apático de todo.
El interior del elevador presidencial de Industrias Hansen era un testimonio de lujo y modernidad. Las paredes estaban revestidas de paneles de madera oscura y brillante, contrastando con el acero inoxidable pulido. Una pantalla digital integrada mostraba información actualizada sobre las operaciones de la empresa, así como las noticias financieras más recientes. Los botones del ascensor eran táctiles, iluminados con un suave resplandor azul, y en una esquina, un pequeño arreglo de flores frescas añadía un toque de color y frescura al ambiente.
Hariella y Lena esperaban en silencio, mientras las puertas del ascensor comenzaban a cerrarse. Pero justo cuando estaban a punto de sellarse, una mano firme se interpuso entre ambas, impidiéndolo. Se abrieron de nuevo, revelando a un hombre desconocido.
Aquel extraño vestía un traje de sastre impecable, de un tono gris oscuro, y llevaba puestas unas gafas de diseño moderno que reflejaban las luces del ascensor. Su presencia era inesperada e intrusiva. Lucía como un nerd y zonzo.
Hariella frunció el ceño y lo vio con desdén, sorprendida e irritada por la interrupción. Dobló los ojos, sin prestarle atención y sin repararlo mucho. Nadie se había ganado tan rápido su odio y maldiciones, como ese extraño e ignorante que ahora entraba en su elevador personal. Inhaló y exhaló para controlar su ira. Su majestuosa llegada había ido dañada por ese incompetente sujeto.
El hombre, imperturbable por la situación, dio un paso adelante después decir unas palabras. Su porte era encorvado, desgravado y un criminal de la moda. Aunque había algo en su mirada que sugería una determinación inquebrantable.
Hariella se quedó en su posición sin rodarse, ni un milímetro. Su secretaria Lena le indicó que iba a echarlo de allí. Pero solo bastó que alzara su dedo índice para dejarla callada y estática, rodándose, para dejar al hombre en medio de la dos. Su expresión severa, reflejando su descontento. Pero, tenía interés por saber un poco más del valiente que se había atrevido a incomodarla. Él era un fastidio y lo terminaría borrando de la existencia, por su desatenta imprudencia.
¿Quién era él y cómo se atrevía a intentar usar el ascensor presidencial, destinado solo para CEO y presidente de la compañía? Para su persona, Hariella Hasen, La Magnate…
***
LA MAGNATE es la historia del romance originado por una confusión entre una inalcanzable multimillonaria y un humilde muchacho. Vivirán un desbocado romance sostenido por mentiras. ¿Qué consecuencias traerán los engaños? ¿La diferencia de las clases sociales y la diferencia de edad será un impedimento para su amor?
Hariella, se pronuncia: Ariela.
Mis otras novelas:
SUGAR MOMMY.
LA JEFA.
De estreno en Buenovela, Diciembre 2024:
El idilio de la mariposa.
La Flor del Magnate.
El tiempo pasó, y un día, llegó la noticia de otro embarazo. Fue inesperado pero recibido con enorme alegría. Herseis estaba segura de que sus sueños más profundos se habían hecho realidad, y cada nuevo miembro que llegaba a su familia parecía una bendición que colmaba más su vida. Recordaba esos días cuando la posibilidad de ser madre se sentía tan distante y el futuro tan incierto; cada día de este nuevo embarazo le parecía un recordatorio de lo extraordinario que había sido su viaje. Esta vez, esperaba otro par de mellizos, varones, y mientras veía crecer su vientre, la sensación de plenitud que experimentaba llenaba todos los rincones de su vida.Helios estaba fascinado por la idea de ser nuevamente padre. Cada noche se sentaba a hablar con Herseis sobre sus planos, sobre el futuro que imaginaban para sus hijos y el amor que compartían como familia. Juntos contemplaban los nombres para sus futuros hijos, y, finalmente, se decidió por Hierón y Helios, dos nombres que reflejaban la
Hera observaba la recepción desde su lugar en la mesa, con una calma exterior que enmascaraba la intensidad de sus pensamientos. Las luces de la celebración se reflejaban en sus ojos claros, y cada detalle de la escena se grababa en su memoria como un mosaico de momentos preciosos e irrepetibles. Su hermano Helios estaba allí, al centro de todo, irradiando felicidad junto a Herseis, con quien ahora compartía una familia. Las risas de los invitados y los sonidos de copas al chocar resonaban como un eco en sus oídos, pero para ella, todo se sentía lejano y atemporal, como si estuviera viéndolo desde una distancia infinita.En su mente, Hera regresó en el tiempo, a los días de infancia junto a Helios. Se veían de la mano, corriendo por el campo en su hogar familiar, imaginando mundos nuevos y aventuras. De niños, eran inseparables, no solo por la conexión natural de gemelos, sino por una afinidad que trascendía la cercanía fraternal común. Ella había sido su guía, su apoyo, su compañera
La escena en la recepción cambió sutilmente cuando Hariella Hansen, la magante y Hermes Darner se acercaron para las fotografías familiares. La imponente figura de Hariella destacó de inmediato entre la multitud. Vestida con un elegante traje de diseñador, exudaba una autoridad natural que hacía que todos a su alrededor se movieran con cautela y respeto. Su porte era altivo y directo, como si cada paso estuviera calculado para recordarles a todos su posición y prestigio. Sin embargo, su expresión se suavizaba un poco cuando sus ojos caían sobre Herseis, la esposa de su hijo, quien ahora formaba parte de la familia.Hariella siempre había sentido una particular afinidad por Herseis, a pesar de su altivez natural. Para ella, Herseis era una mujer con la fuerza y la elegancia que buscaba en una nuera, alguien que no solo complementaba a su hijo, sino que también añadía valor al legado familiar. Con una pequeña inclinación de cabeza, le ofreció a Herseis una sonrisa apenas perceptible,
Hebe se encontraba entre la multitud, acompañada de sus mejores amigas: Winter Whitney, Minerva Mars y Josseline Johnson. Los cuatro eran prácticamente inseparables y compartían una conexión tan cercana que parecían más hermanas que amigas. La boda de Helios era un acontecimiento importante para ella y su círculo cercano; no solo era una ocasión familiar, sino una oportunidad para compartir un evento memorable con aquellas personas que formaban parte de sus recuerdos más preciados. Las jóvenes, con sus elegantes atuendos, irradiaban una mezcla de emoción y seriedad. Todas observaban la ceremonia y la recepción con respeto y cariño, sabiendo que este momento representaba una nueva etapa para Helios y Herseis.La gran mesa donde se ubicaba el pastel también estaba rodeada de fotografías cuidadosamente seleccionadas. Había imágenes de Helios y Herseis juntos, algunas formales y otras más naturales, tomadas en momentos en los que ambos parecían ser ellos mismos, fuera del papel que solían
En el gran salón donde los invitados conversaban y disfrutaban de la elegante recepción, Henry y Hell se encontraban de pie cerca del piano, observando en silencio la interacción de los demás. Henry, siempre curioso y atento a los detalles, no había podido evitar fijarse en la actitud callada de la hija de Hell, una niña de aspecto serio y cabellos oscuros que parecía tan ensimismada como su madre. Finalmente, en un intento por romper el hielo, se giró hacia Hell y comentó:—Su hija es bastante callada, ¿no?Hell lo miró, con una expresión pétrea en su rostro, apenas esbozando una reacción. Henry apenas podía adivinar si había dicho algo inapropiado, pero la respuesta de ella no tardó en llegar, directa y con un matiz afilado en su tono.—¿Aún no te has dado cuenta? —preguntó con una mirada gélida—. Hell es muda; no puede hablar, por eso no ha dicho nada desde que la conociste.A Henry le tomó un momento procesar la revelación. Miró nuevamente a la pequeña, esta vez con una comprensió
Dos años después, con Horus un poquito más crecidito, al igual que las mellizas Herses y Circe, los dos hicieron planes para casarse. Invitaron a sus padres, los Hansen Darner, a los Hedley, a Sofía y a las mujeres del club del té. A Henry, Hell y a su hija. Además, Henrietta que, de nuevo se volvió a encontrar con el mesero Harold.La catedral estaba impregnada de un aire solemne y romántico, con la luz que se filtraba a través de los vitrales pintando el ambiente en tonos suaves y vívidos. Los invitados tomaban sus asientos entre murmullos de anticipación y sonrisas emocionadas. Henry, Hell y su hija estaban presentes, observando con interés la mezcla de caras conocidas y figuras importantes que llenaban el lugar. Henrietta, elegante y radiante, ocupaba su sitio al lado de Harold, el mismo mesero de aquel evento en el que había descubierto quién era realmente Helios. Mientras tanto, la familia Hansen Darner compartía un banco con los Hedley, todos ellos luciendo una mezcla de emoció
Último capítulo