Alessandro
Vittorio apenas abrió los ojos, su mirada intentando enfocarse en algún punto delante de él.
Sabía que estaba luchando por mantenerse consciente, por aferrarse a los últimos minutos de su vida, pero incluso él debía saber que el final estaba cerca.
Me incliné un poco más, disfrutando de cada segundo, de cada pequeña señal de su dolor y su debilidad.
—¿Qué… qué haces? —murmuró con dificultad, su voz apenas se entendía.
Solté una carcajada baja, fría, como si acabara de escuchar el mejor chiste de mi vida.
—¿Qué hago? —repetí, sacudiendo la cabeza. —Vittorio, ¿de verdad te sorprende? Pensé que eras más listo. Todos estos años, permitiéndome acercarme, confiando en mí. Y todo lo que hice fue observarte, estudiar cada debilidad, cada error. Me dejaste entrar en tu familia como si yo fuera uno de los tuyos… y ni siquiera te diste cuenta de que estaba destruyéndola desde dentro.
Él me miró con una mezcla de desconcierto y desesperación, y pude ver el momento exacto en que la verd