Valentina
—Bianca, escúchame bien, —dijo su hermano con su tono calmado, pero autoritario. —Necesitas calmarte y escuchar exactamente lo que voy a decir. Ahora no es momento de entrar en pánico, ¿entiendes?
Ella asintió, aunque sabía que Nicola no podía verla.
Mi cuerpo aún temblaba, y mi mente era un caos. La presión de la situación estaba a punto de hacerme explotar, pero sabía que si yo también me desmoronaba, todo sería peor.
—Primero, ambas deben ponerse guantes. ¿Tienen guantes de látex? —preguntó, y por un momento parecía que nada de esto lo afectaba.
Hablaba con la misma naturalidad que si nos estuviera dando indicaciones sobre cómo cambiar una rueda de un auto.
Bianca asintió de nuevo, pero esta vez habló.
—Sí, ví una caja en el baño, —murmuró.
Estaba al borde de las lágrimas, pero aún así corrió hasta el baño a traer los guantes con el teléfono en mano.
—Bien, —respondió, completamente tranquilo justo cuando Bianca volvía a mi lado. —Ahora, necesitan quitar la estatuilla que