Nicola
El auto arrancó suavemente, alejándose de la mansión, pero mis pensamientos aún estaban atrapados en lo que había sucedido minutos antes con Valentina.
Sentía su calor todavía impregnado en mi piel, la presión de su cuerpo contra el mío, el sabor de sus labios en los míos.
Había dejado la oficina de manera abrupta, pero cada fibra de mi ser me exigía regresar, arrastrarla lejos de todos y mantenerla a mi lado, sin que nadie más se acercara a ella.
La obsesión crecía, y esa maldita mujer tenía la capacidad de mantenerme completamente desquiciado.
Estaba tan metido en mis pensamientos que apenas me di cuenta de que Lorenzo me estaba observando a través del retrovisor.
Su sonrisa arrogante y despreocupada me sacó de mi ensimismamiento.
—La próxima vez que tengas compañía, solo avisa, —dijo con sus ojos fijos en mí a través del espejo.
Gruñí, dejando que mi irritación fuera evidente. No tenía paciencia para sus comentarios en ese momento.
—Eso no te limitó a molestar, —espeté devol