Valentina
El velorio había terminado y la noche nos encontró volviendo a casa.
Todo había salido como lo planeamos pero mirando a mi marido, cómo conducía a mi lado, su cuerpo con una rigidez preocupante, mientras manejaba con una sola mano, y tenía la mirada perdida al frente, me mantenía en alerta.
Todo en su expresión, la tensión en su mandíbula, sus labios apretados, me decía que estaba teniendo una batalla consigo mismo.
Nicola siempre había sido un hombre fuerte, incluso en los peores momentos. Pero esta noche, después del velorio de su padre y de Giulia, algo en él se sentía… diferente.
Respiré hondo, girándome un poco hacia él. Sin decir nada, coloqué mi mano sobre la que estaba en la palanca de cambios.
Su reacción fue casi imperceptible; sus dedos se tensaron bajo mi tacto, pero no apartó la mano.
Sabía que él no necesitaba palabras. No en este momento. Así que me limité a quedarme así, sosteniéndolo y dejándole saber que no estaba solo.
Después de unos minutos sus dedos por