Shadow
—No me llames así, —gruñí, mi voz cargada de resentimiento—. Tú no eres mi padre. Un padre no entrega a su hijo como si fuera un perro sarnoso.
Sabía que mis palabras le dolían, la familia era lo primero, después de todo. Dio un paso atrás, llevando una mano a su pecho.
—Entiendo que estás enojado conmigo, —dijo con su voz quebrándose—. Pero no sabes toda la verdad.
—¿La verdad? —solté con amargura, cruzándome de brazos.
Enzo levantó la mirada, sus ojos brillando con lágrimas que se escaparían en cualquier momento. Nunca había visto a un hombre como él llorar, pero no me iba a ablandar ahora.
—Yo no lo sabía, —dijo, su voz temblando—. No sabía que mi esposa estaba esperando a dos bebés.
Me quedé quieto, confundido por sus palabras.
—¿Qué clase de excusa barata es esa? —espeté, dando un paso hacia él.
—Fue ella, —confesó, y una lágrima resbaló por su mejilla—. Fue tu madre.
Mi respiración quedó atrapada en mis pulmones. Lo miré fijamente, esperando más explicaciones.
—Ella... nu