El vuelo había sido rápido, demasiado rápido para lo que Sara habría deseado. Apenas y tuvo tiempo de procesar que estaba oficialmente casada con Scott cuando las puertas del aeropuerto se abrieron y un enjambre de fotógrafos los recibió con flashes que parecían cuchilladas de luz.
Scott, impecable como siempre, le tomó la mano sin avisar. La apretó con firmeza, como si fuera parte del mismo guion que ella debía seguir.
—Sonríe —susurró sin mirarla.
Y ella lo hizo.
La sonrisa falsa le tensó la mandíbula, pero levantó el rostro para los flashes como si fuera natural caminar tomada del brazo del hombre que hacía apenas unas horas había pronunciado votos con ella frente a cientos de personas a quienes no conocía.
Henry había estado allí también, mirándola desde el fondo de la ceremonia con una expresión que no supo descifrar. A ratos había parecido orgulloso de ella; otros, celoso; y en algunos, francamente desafiante. Pero en ese momento, rodeados de periodistas hambrientos, lo único que