Londres amanecía con un cielo del color del plomo. La lluvia caía débil, pero constante, como si el invierno se negara a soltar su último aliento. Sara caminaba rápido, el abrigo cerrado hasta el cuello y el corazón latiendo con fuerza. No había podido dormir. Cada vez que cerraba los ojos, veía los flashes, los titulares, los rostros curiosos en la calle.Sabía que la noticia de Scott Valmont, futuro padre seguía ocupando las portadas. Y lo peor era que, en todas, su rostro aparecía junto al de él.Había pensado en escapar, tomar un tren a otra ciudad, desaparecer. Pero su embarazo ya no le permitía arriesgar tanto. Además, parte de ella seguía tratando de convencerse de que todo esto, de alguna forma, se resolvería.Sin embargo, desde que salió de casa, había tenido la sensación de que alguien la seguía.No era paranoia.Los pasos detrás de ella eran medidos, discretos, demasiado insistentes.Sara se giró de pronto, pero solo vio una silueta borrosa entre los paraguas. Aceleró el pa
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