La notificación llega mientras se ata los zapatos para ir a trabajar. Un simple *ping*, como tantos otros, pero la sensación que le deja es distinta: un nudo que aparece de golpe en su estómago.
Toma el celular.
Un mensaje desconocido.
Un número sin foto.
Una sola frase:
“No confíes del todo en Scott. Ten cuidado.”
El aire se le queda atrapado en la garganta.
—¿Qué…? —susurra.
Lee la frase tres veces, como si en algún punto fuera a cambiar y convertirse en algo más lógico. Pero no cambia. No hay explicación, no hay contexto, no hay firma. Nada.
La paranoia le sube lenta, como un calor incómodo detrás de la nuca.
¿Quién enviaría algo así?
¿Alguien con malas intenciones?
¿Alguien que sabe algo?
¿O solo un tonto intentando arruinarle el día?
Piensa en mostrárselo de inmediato a Scott… pero algo la frena. No sabe si es intuición, miedo o simple prudencia. Se queda un momento de pie, celular en la mano, tratando de descifrar el propósito detrás de esas palabras.
No logra hacerlo.
Suspira,