Todos quedaron petrificados ante las palabras de Hester, como si un viento helado hubiera atravesado el salón del trono.
Cada mirada se clavaba en ella, cargada de incredulidad y sorpresa.
Los ojos de Eyssa se abrieron desmesuradamente, reflejando un torbellino de emociones que no podía contener: miedo, desconcierto, un deseo secreto que ahora sentía amenazado y confundido.
Su corazón latía con fuerza, golpeando en su pecho como si quisiera escapar de su cuerpo.
Heller, el hermano de Hester, no pudo contenerse.
Con un rugido que resonó como un trueno en la sala, se lanzó hacia su hermano, sus garras tensas, la furia reflejada en cada músculo de su cuerpo.
La tensión se volvió casi tangible, el aire parecía arder a su alrededor.
Los guardias del Norte, hombres enormes y firmes, intervinieron con rapidez, separándolos antes de que el conflicto escalara a un desastre irreversible.
—¡Esto termina aquí! —sentenció con voz grave y autoritaria el rey Crystol—. Hablemos como lobos de honor.
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