— No tienes que ocultarlo de mí, Sienna — dijo él, su voz bajó de tono, el timbre suave y autoritario que la hacía sentir segura — Puedo oler tu miedo, sentirlo en mi pecho. ¿Qué pasa con Ethan?
Ella no pudo contener las lágrimas. Se apartó del niño para evitar que la escuchara y, pegando su espalda a una pared, se dejó deslizar hasta sentarse en el suelo con el teléfono pegado a la oreja, y sus defensas cayendo una a una y sintiendo como el terror mordía sus entrañas.
— La fiebre no baja, Leo. Y… y los síntomas son peores que las veces anteriores… — Admitió presa del miedo.
La preocupación de Leo también era evidente.
— ¿Ya llamaste al médico? — Quiso saber.
— Todavía no, pero lo haré. Quería esperar a que pasara una hora, para ver com