Miara se había levantado muy temprano para comprobar lo temía. Desayunó junto a su marido y lo despidió con arrumacos cuando se marchó a una junta con sus seguidores para seguir conspirando contra el Alto Consejo y contra su hermano gemelo.
— ¿Vienes tarde, cariño? — Le preguntó en la puerta.
Robert entrecerró los ojos sospechando algo, Miara era su Luna y su acuerdo con ella había salido siempre bien, ese contrato matrimonial se ajustaba perfectamente a las necesidades y deseos de los dos, pero nunca se fiaba de nadie, y menos de una mujer tan suspicaz y astuta.
— Es probable, tengo mucho que analizar hoy, y seguramente necesite algo de tiempo — Contestó sin darle la real importancia para no darle armas de ninguna clase — ¿Por qué?
— Por nada, quiero estar lista para ti, pero si llegas muy tarde me encontrarás dormida — Encogiéndose de hombros fingiendo que no había razón para hacerle la pregunta.
— Entonces duerme, yo te despertaré si me apetece.
La Luna vio desaparecer el todo terr