El pasillo del hospital, una vez escenario del estallido de Chris, ahora se había transformado en un lugar de confidencias susurradas. La furia del empresario, del confidente y mejor amigo eternamente enamorado se había disipado, dejando un vacío helado de shock y comprensión.
Ambos se sentaron en la sala de espera, mientras el silencio pesado se cernía terriblemente sobre ellos como si fuera de plomo sólido, un silencio roto solo por el suave zumbido de las máquinas médicas en la distancia y sus respiraciones intentando calmarse.
Chris sostenía la mano de Sienna con su habitual ternura protectora, como si temiera que se desmoronara en cualquier momento. La verdad, finalmente compartida, los había unido en un pacto dolorosamente secreto.
— Dios mío, Sienna… no puedo creerlo. Durante todos estos años… ¿Por qué nunca me lo dijiste? — Chris preguntó, su voz sonaba baja y llena de dolor, mientras su mirada era una mezcla de compasión y admiración por su fuerza y la agonía de su amor herid