El aire en el lujoso apartamento de Leo se había vuelto tan espeso que Sienna apenas podía respirar. Cada segundo que pasaba era un peso sobre sus hombros, una cuenta regresiva que la aplastaba.
Después de la llamada con Rob, una verdad fría y dolorosa se había instalado en su mente: había un trato, una opción, por más abominable que fuera.
Leo había estado buscando desesperadamente una forma de salvar a Ethan, pero Sienna, con el corazón en un puño, sabía que no había otro camino. La vida de su hijo era lo único que importaba, y si el precio era su propia libertad, estaba dispuesta a pagarlo.
La decisión fue una borrasca silenciosa. Durante días, mientras Leo se ocupaba de las llamadas y los médicos, Sienna se movía con una calma falsa, planificando su escape. No podía decirle a Leo.
Conocía a su mate lo suficiente para saber que jamás la dejaría ir, que su furia se desataría. Así que se limitó a preparar lo necesario: una mochila con ropa, sus documentos, algo de dinero y una foto d