En las afueras de la ciudad...
No sé dónde estoy, me encontraba sentado en una silla amarrado de manos y pies. El lugar está oscuro y huele a pescado, a lo lejos siento las sirenas de los barcos ¿El muelle? Debía ser así, pero qué mierda, cómo me dejé secuestrar, soy un estúpido. En eso se escuchó un taconear fuerte y constante.
-Buenos días dormilón - la mujer que está frente a mí ve su reloj -. Perdón, buenas tardes, bello durmiente.
-¿Quién diablos eres y por qué me retienes aquí? - Pregunto furioso.
-Pero miren quién me grita, el gran abogado, Adam Scott - la mujer se acercó a mí y me miró como si fuera un gran trofeo-. Por fin te tengo a mis pies, si no fuera por todo el alcohol que tomaste no estarías aquí y te tendría atado a mi cama gimiendo de placer-lamió mi mejilla y como puedo trato de alejarme.
-¡Me das asco!
-Eso no era lo que decías anoche cuando te ofrecí venir conmigo o las veces que drogué a mi hermanita y te hice suplicar por más, ay la pobre es tan tonta que cr