Elena cayó de rodillas, respirando con dificultad. Las llamas en sus manos se extinguieron lentamente.
—¿Y si es verdad? —susurró—. ¿Y si él cree que ella es su destino?
Lucía se arrodilló junto a ella, tomándole el rostro entre las manos.
—No puedes creerle, debes confiar en lo que sientes, no cometas el error que cometí yo, me dejé manipular por ella.
Elena cerró los ojos. No por miedo.
Sino porque sabía que lo más difícil no sería la guerra.
Sería elegir qué parte de sí debía salvar… y cuál estaba dispuesta a quemar.
Darek estaba sentado al borde del acantilado, donde el viento golpeaba con fuerza, intentando arrancar pensamientos que no quería enfrentar.
Elena se había ido sin él, no lo entendía pero no la siguió. Ella se había vuelto muy fuerte desde que aceptó quién era. Su magia era impresionante.
La marca en su pecho palpitaba.
Una señal de que ella había usado su fuego.
Cerró los ojos. La imagen de sus ojos encendidos, de su cuerpo vibrando con poder, lo persegu