Capítulo 6

No quería asustar a la chica. Solo deseaba saber más sobre ella. Se pasó una mano por el cabello y entró a su oficina, encontrándose todas las luces encendidas, sin rastro alguno de dónde podía estar. Ladeó la cabeza, caminó hacia su escritorio y revisó las cámaras de seguridad que se encontraban fuera de su oficina. Vio que ella simplemente fue hacia el baño. Ni siquiera se encontraba en ese lugar.

—Pensé que iba a tardar más en venir

—dijo Anya cuando entró a la oficina y halló al alfa detrás de su escritorio—. ¿Usted está bien?

—¿Por qué no lo estaría? —Entrelazó sus dedos encima del escritorio—. No has hecho nada malo.

—No, señor —le contestó, y él la vio ir hacia su escritorio—. No vi más errores en la maqueta. Me iré a mi casa.

—Tu hijo todavía no sale del colegio. —Ella dejó de echar las cosas en su cartera—. Toma asiento y termina con lo que sea que te falte.

—Pero si ya terminé de hacer todo. No tengo más trabajo…

—Sí lo tienes. —Se encaminó hacia ella con una pila de papeles y los dejó caer encima de su de la chica—. Me temo que tendrás que revisarlos de principio a fin, porque todo se trata de la maqueta que corregiste y que presentaré en mi próxima junta directiva.

—No puedo estar en una junta directiva. Recuerde que no puedo hablar con nadie, y el estar en ese lugar sería peligroso. —Dejó todo lo que mentía en su cartera en su lugar—. Comprobaré lo que pueda de estos documentos y luego me iré.

—Puedes hacerlo, pero todo será después de que termines el trabajo.

Anya le mostró una mirada que sin duda lo mataría si pudiera hacerlo. Le había quitado la oportunidad de poder salir de la empresa e ir con su hijo. Le dio trabajo que ella podría realizar al día siguiente, pero quería tenerla un poco más cerca y hacerla enojar, ya que ella nunca parecía querer llevarse mal con las personas. La mantuvo en la empresa durante unas horas más, incluso se negó a comer con él debido a que, por lo visto, ni siquiera deseaba hacerlo con su hijo. Tampoco se despidió de su persona porque, en cuanto dieron las dos de la tarde, salió de la empresa.

—¿Qué le hiciste a la pobre chica? —Jessica entró a su oficina con una taza de café—. Salió más rápido que como entró a esta oficina. Parecía estar muy acomplejada por todo.

—Ella quería irse antes de su hora de salida. No tiene permitido hacerlo. —El alfa se encogió de hombros—. Hay un horario que cumplir.

—Ese horario te lo puedes meter por donde no entra la luz del sol. —Dejó caer la taza con algo de fuerza delante del alfa—. Ella pidió este empleo con un horario en específico. Es una madre que necesita ir a su casa todos los días a cocinarle a su hijo, y tú simplemente porque quieres olerla la mantuviste en esta oficina.

—Ella no puede salir…

—Yo la contraté y yo puedo hacer que esté en otra oficina si así lo quiero. —Lo apuntó con el dedo—. Si yo le doy el permiso para que vaya a su casa temprano, no le dirás lo contrario a la otra oportunidad que ella tenga, porque voy a sacar su escritorio y lo voy a poner tres pisos más abajo.

—No serías capaz de hacer algo como eso. —Abrió y cerró la boca como un pez—. No puedes dejarme sin ella aquí.

—¡Es que te comportas como si fueras un niño en busca de atención!

—Ya te dije por qué lo hago.

—A mí no me vengas ahora con que su maravilloso olor te encanta tanto que estás enamorado de ella. —Abrió las manos—. Ahora mismo estás siendo quisquilloso y mañoso.

—No soy nada de eso. Lo voy a tomar, pero me ofende mucho.

—Sí, sí. —Se dio la vuelta—. Ve a casa, disfruta de lo que sea que quieras hacer en lo que queda del día, o puedes simplemente tratar de dormir en esta oficina, ya que, por lo visto, te encanta el olor de esa humana.

Zair chasqueó la lengua al escucharla hablar de ese modo. Era su amiga, pero en verdad se pasaba en algunas cosas sobre su vida. Recogió todo lo que pudo y salió de su oficina para luego ir hacia la salida más cercana e irse a su casa. No quería continuar en ese lugar porque estaba seguro de que podría hacer algo más que solo degustarse con el delicioso olor de esa chica.

Ni él mismo entendía cómo era posible que una simple humana le diera tanta tranquilidad solo con su presencia.

Nunca fue un hombre de impulsos y siempre se consideró alguien que hacía las cosas de la manera correcta. Sin embargo, su subconsciente le dijo que tomara otro camino para llevarse la maravillosa vista de que Anya se encontraba abriéndole la puerta trasera a un mocoso que era la misma imagen de la humana. Lo único diferente era el color de cabello y ojos.

Los siguió de cerca durante todo el camino. Sin hacer algún movimiento con su auto que la pusiera en alerta de que la seguía. Golpeó con sus dedos el volante cuando la vio detenerse en un restaurante de comida rápida junto con ese mocoso, que parecía ser una lapa pegada a su madre. Una leve molestia llegó a su cuerpo. Ese mocoso sería alguien difícil de alejar de su madre, y para poder lograr su cometido debía poder hacer que se mantuviera alejado, porque de algo estaba seguro: le gustaba Anya. Tenerla cerca era lo más importante.

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