Capítulo 41

Anya perdió la cuenta de cuántos días habían pasado desde que llegó a ese lugar tan horrible. Ni siquiera había salido de la habitación desde su llegada y quería hablar con su hijo. Zair no pisó ese lugar desde su llegada, y ella por unos instantes pensaba que entraría por la puerta para decirle que la mataría. Caminó nuevamente hacia el balcón, se sentó en una de las sillas para tener algo de comodidad y llevó ambas manos a su vientre, sintiendo una pequeña presión.

—Sí está ahí. —Giró su cabeza con rapidez hacia la puerta—. Nuestro hijo sigue creciendo.

—Lo único que crece dentro de mí es odio. —Volvió su vista hasta el frente—. ¿Por cuánto tiempo estaré aquí?

—Por el tiempo que sea necesario. —Zair tomó asiento en una de las sillas—. ¿Seguirás enojada conmigo toda la vida?

—Sí —respondió con sequedad.

—Digo que no. —Se acomodó en la silla—. Es una hermosa vista, igual que tú. —La observó por unos segundos—. No dejé que nadie entrara a esta habitación. —confesó—. Por alguna razón,
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