La puerta de su casa fue tocada con fuerza.
—¡Anya! —Ella se detuvo de golpe en las escaleras—. ¡Sé que estás en tu casa! —gritó un muy furioso Zair—. Abre la maldita puerta.
—¡Vete de mi casa! —exclamó desde donde estaba—. ¡No gasté un solo centavo de lo que me diste!
—¡Voy a tumbar esta maldita puerta! —Le dio una patada—. ¡Abre esta maldita cosa!
—¡Llamaré a la policía!
—Si la llamas, juro por Dios que mataré a cualquier persona que quiera llevarte lejos de mí. Estás advertida.
—Bien. —Ni siquiera abrió la puerta como correspondía por el hecho de que ya tenía los labios de Zair sobre los suyos—. Espera, alguien puede vernos. —El alfa cerró la puerta con la ayuda de su pie—. Estúpido alfa.