No se dio cuenta de que había durado más tiempo del normal mirando alfa, hasta que él chasqueó los dedos delante de ella para que saliera de su trance.
—Sé que soy hermoso, pero tienes que dejar de mirarme con tanto esmero. —Zair la miró de forma seductora—. ¿Cuántos años tienes?
—Diecisiete —mintió con seguridad—, y usted está invadiendo mi espacio personal.
—Me estás mintiendo. —Se sentó a sus pies—. Aquí nadie que no sea mayor de edad puede trabajar. —Sacó su celular—. Puedo meterme en tu expediente en un abrir y cerrar de ojos, saber lo que traes entre manos e incluso perder tu trabajo.
—Me dijo que no podía perder mi trabajo. Es un mentiroso. —Lo apuntó—. Tengo dieciocho. Cumpliré diecinueve en unos meses.
—Ahora nos vamos en