DOMINIK
Al entrar a la clínica, tuve una ligera sensación de vahído, pero nada del otro mundo, y me encaminé al elevador para ir hasta la planta donde se encontraba Blair y, de paso, también dejarle algunas cosas a una Grace que seguía sintiéndose mal por todo lo que pasaba.
Tenía la cabeza un poco embotada por la cantidad de temas en los que pensaba, no podía mentir, pero necesitaba mantenerme en control. Por más doméstico que pareciera, era probablemente una de las peores crisis de mi vida.
Solté un respingo, entre al elevador, marqué el número del piso y esperé. En mi cabeza también barajaba la idea de contarle toda la verdad a Isi, y el gran abanico de consecuencias que podrían sucederse.
Las puertas se abrieron y me dispuse a salir, pero enseguida vi una presencia indeseable para mí en este momento, y que apenas verme pareció ponerse una máscara entre compungida y molesta.
Salí del ascensor, y ella llegó ante mí antes de que las puertas se cerraran.
—¡Domi, ¿por qué me demandaste