BLAIR
Esa tarde, tras terminar con el trabajo y pasar por casa para dejar algunas cosas, Grace me fue a buscar en su flamante auto nuevo, un precioso Sedan que ella llamaba el «auto de sus sueños».
Se acomodó en el asiento con porte profesional y me miró con gesto sofisticado.
—Vamos, pequeña, sube a mi nave y te llevaré a dar un paseo.
Solté la carcajada tras abrir la puerta y me acomodé en el asiento. Se sentía de maravilla.
—Vaya… es muy cómodo. —Empecé a moverme y a ver por todas partes al tablero—. ¿Es tuyo todito tuyo?
Una gran sonrisa pintó sus labios y asintió con la cabeza.
—¡Claro que sí! —exclamó y buscó algo en la guantera. Unos segundos después me entregó un documento que, en efecto, la acreditaba como dueña del auto—. ¡Hice un gran trabajo estos meses! ¿Verdad que es lindo?
Sus ojitos brillaron como si fuera una nena pequeña y preciosa que necesitaba el reconocimiento de sus mayores, así que extendí la mano y le di unas palmaditas en la cabeza.
—Lo hiciste bien, querida