77. Suéltala.
A pesar de que tenía tantas cosas por asimilar, lo primero que hice en cuanto Máximo soltó aquella confesión fue empujarlo con fuerza por el hombro, por que recordé la visión dónde ambos hombres se mataban y me negaba a creer que eso era una predicción de futuro.
— Deja de pensar en la muerte, maldita sea — dije, saliéndome por completo de mis casillas — . ¿Por qué siempre tienes que pensarlo desde ese punto, que todo tiene que ser venganza y sangre y muerte y cadáveres? ¡Estoy harta de todo esto! ¡Estoy harta de ti, de las mentiras, de las manipulaciones! ¡Quiero que me digas la verdad ahora mismo! — había gritado con tanta fuerza y con tanta rabia.
Máximo se quedó mirándome, sorprendido. Parecía que era la primera vez en la vida que me veía de esa forma, y muy seguramente lo era; no recordaba la última vez que yo había perdido la compostura. Me había ofendido tanto, me había asustado tanto aquella confesión y su determinación de que iba a matar a Santiago o Santiago tendría que m