67. Dile
dile.
La expresión que pude haber en el rostro de Santiago fue prácticamente indescifrable. No supe en ese momento: ¿se sintió alegría o miedo por lo que yo le estaba contestando? Tal vez eran mis propias emociones las que me tenían nublado el buen juicio. Pero cuando desvió su mirada hacia el pequeño niño que estaba ahí, prácticamente colgando de mi pierna sin saber que era lo que estaba pasando, sentí que el corazón se me hizo en dos.
— Después me lo explicas — me dijo, seguramente entendiendo que no debíamos hablar de ese tema frente al niño — .
Pero ya no me quedó de otra que presentarlos en ese instante.
— Santiago — le dije con la voz rota porque aún tenía las emociones a flor de piel por todo lo que estaba pasando con máximo, con mi hermano, con la Cofradía y la farmacéutica. Ahora un momento tan emotivo me parecía inapropiado, pero ya no veía más atrás.
— Mira, te presento a Maximiliano. Max, te presento a Santiago.
El niño estiró la mano de forma caballerosa, como si fue