66 La huida.

la huida.

No sabía si era lo correcto. Después de la conversación con Santiago me sentía fuerte y empoderada; que podía hacer realmente y, sin lugar a dudas: tomar el control de la situación, porque yo podía hacerlo.

Pero después de la conversación con Máximo sentí que no tenía las energías para enfrentarme a todo lo que venía contra mí; quise huir. Pero al menos aquel momento de cobardía me sirvió para darme cuenta de que Arturo no era realmente el hermano cariñoso que quería entrar a mi vida como presumía hacer, y eso me asustó.

Pero tenía sentido. ¿No era así? Claro que tenía sentido: yo lo había abandonado, me había ido y no había regresado más, porque en el fondo también lo culpaba… también lo culpaba de las cosas que había hecho mi padre. Lo culpaba de no defenderme, de haber permanecido ahí como un observador.

Pero ya no importaba, ya no importaba lanzar acusaciones. Lo único que importaba en ese momento era la situación que me tenía entre manos. Tenía que abandonar a Máximo,
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