36. Te quiero para mi.
He de confesar que en el auto el sueño comenzó a entrarme nuevamente. Lancé un enorme bostezo mientras el auto se deslizaba por las calles y, a pesar del incómodo momento que estaba viviendo con Máximo, el cansancio comenzó a hacer tanta mella en mí que ya todo eso pasó a un segundo plano. Recosté el codo en el reposabrazos y mi cara en la palma de mi mano mientras dormitaba, pero luego sentí la fría mirada de Máximo sobre mí.
— No entiendo por qué te estás comportando de esa forma — le dije mientras le daba un trago a mi botella de agua para intentar que el sueño se me espantara.
— ¿A qué te refieres? — me preguntó.
— Sabes muy bien a qué me estoy refiriendo. Me refiero a ti, ese comportamiento que estás teniendo lleno de celos me molesta, me incomoda. Creo que pensaba yo erróneamente que lo habías entendido, pero desde que llegamos te has comportado de una manera muy fría. Me atemoriza — le dije con sinceridad — . En serio, me atemoriza. No quisiera que nuestra amistad cambiar