27. La esposa.
Con el corazón más que acelerado, contuve el aliento mientras Máximo sacaba del armario un vestido rojo pasión que había mandado a hacer para mí. Ese era uno de los tratos que habíamos hecho cuando inició nuestra sociedad: él necesitaba una esposa para consolidar su negocio y yo era la candidata perfecta, porque siendo la exesposa de Santiago perfectamente podría ser una pieza importante para la mafia.
Pero las cosas no habíamos tenido que poscargarlas poco a poco. Ahora, en ese momento, la crisis había avanzado hasta tal punto que sí o sí necesitaban de mi intervención, y yo no había llegado a dimensionar lo seria que podía ser la situación hasta ese instante.
Durante todo el tiempo que Máximo me ayudó y me protegió, nunca me cobró absolutamente nada, más que el hecho de saber que tarde o temprano me necesitaría. Pero habían pasado los años y ese momento nunca había llegado. Él había logrado mantener sosegados y calmados los insistentes ataques de sus colaboradores de derecho. Pero a